baronesa
Lieben Anna von Todesco,
nacida von Todesco (1847-1900),
caso “Frau Cäcilie M."
Anna von Lieben fue una de las pacientes de Sigmund Freud y Josef Breuer cuyos casos se narran en los Estudios sobre la histeria; allí aparece con el nombre de Frau Cäcilie M. La enferma, que sufría de violentas neuralgias faciales, había sido tratada sin resultado con todos los métodos usuales: toques eléctricos, aguas alcalinas, laxantes, etcétera, Después un dentista le realizó una cruel operación quirúrgica -la extracción de siete dientes perfectamente sanos-, sin obtener la menor mejoría. Fue entonces cuando Freud utilizó la hipnosis, enunciando una "muy enérgica prohibición" a los dolores. Un año más tarde surgieron múltiples síntomas histéricos. Freud volvió a hipnotizarla, y a continuación recurrió a la palabra. Frau Cäcilie describió entonces una antigua escena traumática, una disputa conyugal, en cuyo transcurso el marido la había golpeado. Al contar ese acontecimiento, ella se llevó la mano a la mejilla y exclamó: "Fue como un golpe en pleno rostro".
Freud advirtió que los dolores cesaron, en razón del proceso de simbolización (o conversión simbolizadora). Continuó el tratamiento y logró hacer que la paciente narrara las afrentas que había sufrido desde la infancia. Así, a los 15 años, cuando la abuela la miró con sus ojos agudos que habían "penetrado" en su cerebro, ella experimentó un violento dolor de cabeza. Frau Cäcilie le permitió a Freud comprender la relación que existía entre el síntoma histérico y una simbolización. Según él, los accesos de neuralgia eran provocados por el lenguaje. En esa afección histérica había una conversión de las palabras en un fenómeno somático.
En su viaje a Nancy del verano de 1889, Freud llevó con él a Frau Cäcilie, y le pidió a Hippolyte Bernheim que la hipnotizara: "Ésta era una histérica de gran distinción -dijo-, genialmente dotada, que habían puesto a mi cuidado porque no se sabía qué hacer con ella. En mi ignorancia de entonces, atribuí el hecho de que ella recayera una y otra vez al cabo de cierto tiempo, a que su hipnosis nunca había alcanzado el grado del sonambulismo con amnesia. Entonces Bernheim hizo varios intentos, pero sin más resultados que yo."
En 1986 el historiador Peter Swales identificó por primera vez a Frau Cäcilie, con la hipótesis de que se trataba de Anna von Lieben, una rica aristócrata vienesa que había sido atendida primero por Jean Martin Charcot y después por Theodor Meynert. Según Swales, entre 1889 y 1893 realizó con Freud un prolongado tratamiento, en cuyo transcurso él elaboró los principios del método psicoanalítico. En la gran saga de los casos princeps, Anna von Lieben puede en consecuencia ser considerada la primera mujer psicoanalizada de la historia del freudismo. Habría sido entonces la "maestra" de Freud, su prima donna, al presentarle el inconsciente en "una fuente de plata".
NOTAS EN OBRAS COMPLETAS SOBRE EL CASO.
1. En el historial de Elizabeth von M. dice en una de las notas:
"En estados de alteración psíquica profunda se produce también a todas luces una expresión simbólica, en imágenes sensoriales y sensaciones, del más artificial giro lingüístico.
La señora Cäcilie M. tuvo una época en la cual cada pensamiento se le trasponía en una alucinación, para solucionar la cual hacía falta a menudo mucho ingenio.
Por entonces, se me quejó, la asediaba la alucinación de que
sus dos médicos -Breuer y yo-
estaban colgados en el jardín
de sendos árboles,
próximos entre sí.
La alucinación desapareció después que el análisis hubo descubierto el siguiente proceso:
- la tarde anterior, Breuer le había rechazado su demanda de un cierto medicamento, y entonces
- puso su esperanza en mí, pero
. me halló igualmente duro de corazón.
Se enojó con nosotros por eso, y en su afecto pensó:
«¡No valen uno más que el otro!
Uno es el pendant
{"homólogo" "correspondiente"; "pendre", "colgar"}
del otro»."
1.1. comentario referente a esta nota de Freud, por Ricardo Ponte.
Las pacientes de Freud solían ser cultas, y pendant es una palabra francesa.
La expresión "Uno es el pendant del otro" equivale a "Son tal para cual",
pero pendant es también un sustantivo que significa "homólogo", "correspondiente", "colgante", "pendiente",
por ejemplo en el sentido de los aros, y remite al verbo pendre, "colgar".
Entonces,
acá tenemos que, sobre la forma pendant, en tanto puro significante, ella,
para designar de algún modo lo que el efecto instaura retroactivamente como agente supuesto del acto,
elige un sentido que no se deduce directa ni unívocamente de la expresión lingüística
—esto es lo que me parece importante subrayar—,
sino que resulta de una opción sobre la expresión lingüística:
la figuración, alucinatoria, por los "colgados", no está determinada directa ni unívocamente por el significado de pendant en esa expresión del discurso corriente
—¿queda claro, esto? no es el significado lo que determina la figuración alucinatoria—,
sino que la figuración resulta de una elección, de una opción por relación a la ambivalencia con que revive, en el equívoco, el significante pendant,
lo que implica, como supuesto necesario,
una decisión del sujeto,
imprevisible respecto de una significación preestablecida, universal, exterior al sujeto.
Entonces, para concluir esto, y a ver si les sirve respecto de lo que ustedes formulaban como "sujeto pasivo":
sólo el puro significante, o sea el significante desprovisto de sentido, despojado de los sentidos sedimentados por la tradición lingüística,
puede representar algo de la particularidad del sujeto, puesto que abre la posibilidad de la elección del significado.(13)
2. Freud, sobre el caso Liben en historial clínico de Elizabeth von R (tema en donde aparece al final, como nota de pie de página, la anotacion 1 aqui presentada) .
"Si en estos ejemplos el mecanismo de la simbolización parece relegado a un segundo plano, lo cual con seguridad responde a la regla, yo dispongo también de ejemplos que parecen demostrar la génesis de síntomas histéricos por mera simbolización.
He aquí uno de los mejores, referido también a la señora Cäcilie.
Era una muchacha de quince años y estaba en cama, bajo la vigilancia de su rigurosa abuela.
De pronto la niña da un grito, le ha venido un dolor taladrante en la frente, entre los ojos; le duró varias semanas.
A raíz del análisis de este dolor, que se reprodujo tras casi treinta años,
indicó que la abuela la ha mirado de manera tan «penetrante» que
horadó hondo en su cerebro.
Y es que tenía miedo de que la anciana señora sospechara de ella.
A raíz de la comunicación de este pensamiento rompió a reír fuertemente, y hete aquí de nuevo desaparecido el dolor.
Yo no veo en esto nada más que el mecanismo de la simbolización, intermedio en cierta medida entre el mecanismo de la autosugestión y el de la conversión.
Esa observación que hice en la señora Cäcilie M.
me dio oportunidad de reunir una verdadera colección de tales simbolizaciones.
Toda una serie de sensaciones corporales, que de ordinario se mirarían como de mediación orgánica, eran en ella de origen psíquico o, al menos, estaban provistas de una interpretación psíquica.
Una serie de vivencias iba acompañada en ella por la sensación de una punzada en la zona del corazón. («Eso me dejó clavada una espina en el corazón».)
El dolor de cabeza puntiforme de la histeria se resolvía en ella inequívocamente como un dolor de pensamiento. («Se me ha metido en la cabeza».)
Y el dolor aflojaba {lösen} cuando se resolvía {lösen} el problema respectivo.
La sensación del aura histérica en el cuello iba paralela a este pensamiento:
«Me lo tengo que tragar»,
cuando esta sensación emergía a raíz de una afrenta.
Había una íntegra serie de sensaciones y representaciones que corrían paralelas, y en la cual
ora la sensación había despertado a la representación como interpretación de ella,
ora la representación había creado a la sensación por vía de simbolización;
y no pocas veces era por fuerza dudoso cuál de los dos elementos había sido el primario.
En ninguna otra paciente he podido hallar un empleo tan generoso de la simbolización.
Claro que la señora Cácilie M. era una persona de raras dotes, en particular artísticas, cuyo muy desarrollado sentido de las formas se daba a conocer en poesías de bella perfección.
Pero yo sostengo que el hecho de que la histérica cree mediante simbolización una expresión somática para la representación de tinte afectivo es menos individual y arbitrario de lo que se supondría.
Al tomar literalmente la expresión lingüística,
al sentir la «espina en el corazón» o la «bofetada»
a raíz de un apóstrofe hiriente como un episodio real,
ella no incurre en abuso de ingenio {witzig},
sino que vuelve a animar las sensaciones a que la expresión lingüística debe su justificación.
¿Cómo habríamos dado en decir, respecto del afrentado, que
«eso le clavó una espina en el corazón»,
si la afrenta no fuese acompañada de hecho por una sensación precordial interpretable de ese modo, y se la reconociera en esta?
¿Y no es de todo punto verosímil que el giro
«tragarse algo»,
aplicado a un ultraje al que no se replica,
se deba de hecho a las sensaciones de inervación que sobrevienen en la garganta
cuando uno se deniega el decir, se impide la reacción frente al ultraje?
Todas estas sensaciones e inervaciones pertenecen a la «expresión de las emociones», que,
como nos lo ha enseñado Darwin [1872],
consiste en operaciones en su origen provistas de sentido y acordes a -un fin;
por más que hoy se encuentren en la mayoría de los casos debilitadas a punto tal que su expresión lingüística nos parezca una trasferencia figural,
es harto probable que todo eso se entendiera antaño literalmente,
y la histeria acierta cuando restablece para sus inervaciones más intensas el sentido originario de la palabra.
Y hasta puede ser incorrecto decir que se crea esas sensaciones mediante simbolización;
quizá no haya tomado al uso lingüístico como arquetipo,
sino que se alimenta junto con él de una fuente común."
2.1 Comentario de Ponte (ibid)
Es decir, por relación a sus "pensamientos secretos", digamos, ella siente la mirada "penetrante" de la abuela, y el equívoco vuelca hacia un símbolo que disuelve la equivocidad: un dolor taladrante en el cerebro. Pero la equivocidad es primera, suministrada por la lengua, por el discurso corriente, y esa equivocidad es la base que posibilita una opción efectuada por Cäcilie. En el equívoco el sentido está indeterminado, en la opción entre un sentido y otro, el sentido se determina. Pero esta opción, a su vez, ¿está predeterminada? ¿Y cómo asegurarlo? Por otra parte, afirmar que la opción está predeterminada es una contradicción de términos, equivale a decir que no hubo tal opción. Sin prejuicios, atengámonos al fenómeno: ante el equívoco significante, hay elección por un sentido y no por otro.
FUENTES
diccionario de psicoanálisis